LA FIBRA DEL TIEMPO

Prólogo

Estos son hallazgos de fibras y tiempos. Una noche de silencio retomé, sin saberlo, un hilo de linaje femenino que nunca me fue ofrecido a plena luz del día. Mis dos abuelas, mujeres de su época, realizaban labores textiles, una bordaba, la otra tejía a dos agujas. Sus madres y las madres de sus madres vestían y remendaban familia y casa. Entre su tiempo y el mío, mi madre, también mujer de su época, habiendo ido a un colegio de monjas donde aprendió a la fuerza el quehacer textil, rechazó toda ocupación de esta índole. Ya existía esa posibilidad. La línea del tiempo, truncada, resurgió como acto de resistencia, para cuidar el porvenir de las mujeres de mi familia; para juntarnos, compartir y cuidar nuestra casa que empieza por nuestro cuerpo. Nos atraviesa la maternidad, seamos madres o no, somos hijas de una mujer. El textil es cuidado, es lo primero que nos arropa después del útero materno, es lo último que nos toca después de morir. Es fibra animal o vegetal, parte de la naturaleza que protege la piel pero también por dentro. Encierra el tiempo que se dedica al hacer, el tiempo de las tradiciones familiares, artesanales, domésticas y artísticas pero también nos seduce con la idea de que el tiempo es a su vez fibra con la que podemos hilar, que se convierte en hebra con la que podemos tejer, bordar o coser los momentos de la vida. Y como algo que sale de nuestras manos, habla también de nosotras.

Este es un diario de hallazgos femeninos sin fechas ni días, con elementos y temperaturas medidas por la fibra de la piel. Como curadora y bordadora registro los descubrimientos de las artistas que habitan parte de este nuevo mundo de la fibra del tiempo desde otros lugares, otras voces, otras puntadas y materialidades.

Que mi amuleto textil sea el guardián de mi disciplina e intuición para nunca perder el hilo de cada uno de estos encuentros para siempre escribir sobre esa primera temperatura.

Hallazgo en un día de agua caliente y sal

Hay ollas familiares que son testigos del tiempo, reliquias en uso que llevan los golpes del diario vivir, que han llevado al punto de cocción todo aquello que nos alimenta, nos cura y eleva nuestro espíritu. Aquel día era de agua caliente y sal. Linajes femeninos, saberes ancestrales, conocimientos reservados a quien los sabe emplear para cuidar a la manada, la artista Yuli Cadavid (Medellín, 1982) honra y rescata todo esto que casi pudo haber sido olvidado. Su práctica como grabadora se pone al servicio del conocimiento familiar femenino de las plantas medicinales. Algo tan cotidiano como una olla se convierte en el soporte de un jardín de plantas grabadas por ella y por su descendencia. La ausencia de grabado habla con la voz callada de la pausa que sostuvo ese conocimiento y la explosión de hojas, flores y ramas de cómo esas ollas volvieron a tinturar las aguas sanadoras.

Hojas, flores y ramas son las fibras del tejido medicinal femenino.

…en un día de fuego y noche estrellada

Me obsesiona la idea del placer femenino como acto silencioso. El placer masculino es ruidoso, no pide permiso, está ahí fuera. ¿Por qué el femenino es tabú? ¿Qué pasaría si le otorgamos volumen? El silencio recorre generaciones de mujeres que han callado o desconocido el placer propio; últimamente he notado que está presente en series de televisión, películas y novelas; ya es parte de una conversación que no estoy segura de querer tener. Un día de fuego y noche estrellada la obra de Laura Renée Meier (Seattle, WA, USA, 1991) puso imagen a estos pensamientos; seguro ella también dudó si mostrar este gesto valiente. Laura dibuja sobre lienzo, como acto pictórico, jerárquico en la historia del arte, con una máquina de coser Singer portátil, herencia familiar del año 1917. El tiempo en las manos y en el hacer.

Desde ese peldaño elevado del arte, los hilos que atraviesan y penetran el lienzo forman la imagen de una mujer tocándose, para descolgarse después por debajo del marco, desapareciendo de la escena sutil, sin estallido pero con voz propia.

…en un día de viento, noche y luna llena

El cuerpo femenino materno es cuerpo-casa dentro de una casa, como una caja china. Como tal toma formas del mismo entorno; la maternidad es animal y es planta, es salvaje y doméstica. Un día de viento, noche y luna llena descubrí una casa araña, una madre con partes del cuerpo que son casa en llamas, con el cuerpo escamoso, como malla que contiene. La serie Mamá-racha de Lady Bionika (Bogotá, 1973) -bordadora, madre, dibujante, peluquera,- pasa por todo el cuerpo, éste es el vehículo que conecta sus hebras con lo místico, con lo doméstico y con lo cotidiano y lo elevado del ser y el hacer.

El bordado como exorcismo, como forma de dibujo a cámara lenta, atraviesa una noción de tiempo caleidoscópica: el reflejo de un ser de carne y hueso pero también de ser de cuerpo astral y de todos los recorridos que hace el alma entre un estado y otro.

…en un día de tierra rojiza mojada

Un día de tierra rojiza y mojada, después de un aguacero y con un mar de charcos que daban al mundo una doble presencia, encontré los retratos de la artista cubana Aimée García (Matanzas, Cuba, 1972), vehículo para hablar de la situación dual y contradictoria de la mujer con su serie Atrapasueños. El formato en tondo y los tejidos formados con hilos sobre el lienzo crean un espacio transitorio que experimentamos como algo que todavía no es,- a pesar de la nitidez,-. Por un lado es una cárcel textil, una Aracne atrapada antes de sufrir las consecuencias de su castigo. Por otro lado, es esa misma malla, la de los “sueños atrapados”, la que mantiene los dardos y clavos enganchados en la red de hilos sin que logren atravesar y llegar al centro.

Fragilidad, riesgo y protección; exposición pero distancia en el mostrase según el momento.

…en día de fuego, sangre y miel

Mis hijas enterraron un pajarito muerto. En su “tumba” creció una planta verde y frondosa. Imaginé que las semillitas debían estar en el estómago del pájaro. Del abono de la muerte, surge la pujante vida. Un día de esos, de fuego, sangre y miel, las fotos en blanco y negro bordadas con flores en hilos de colores de Melany Valdés (La Habana, Cuba, 2003) salieron a mi encuentro. Esta joven artista visibiliza los feminicidios en Cuba, silenciados en la prensa, cada vez más frecuentes. Melany emplea el bordado como acto de resistencia, el poder del color y las flores para situar la perseverancia frente al hecho de la violencia de género y conmemorar a las que ya no están. Lo que sucede en estas obras es una alquimia del contraste entre el amargo peso de la morgue, de la foto de archivo que hace apartar la vista y la alegría de las flores que retiñe la una herida mortal.

La paciencia y la esperanza abonan la fuerza femenina para combatir esta epidemia de violencia.

…en un día de brisa con niebla

 Las cortinas colgaban algo separadas del marco de la ventana, entraba una brisa con niebla cargada de olores florales; caía la tarde. Se movían las cortinas, entraba el sueño y con él las visiones de unas manos que componían una trama, y en esa trama se tejía una composición gramatical, era de colores, de plantas, de olores, de ramas y flores. Entre los hilos, en los vacíos calados, crecía el fieltro y en éste semillas, de las semillas, germinaba un planta. Las Posibles escrituras de Ana Milena Gómez llegaron en un sueño de siesta en el Páramo. Las plantas entretejidas con las fibras textiles acercan distintos momentos de la fibra del tiempo, tienen vida propia más allá de la terminación del trabajo, se vuelven obras que cambian, que albergan vida, y le dan un lugar a la pérdida.

La vida, las plantas, los linajes femeninos y sus historias que tejen raíz.

…en un caluroso día de verano madrileño

No quiero que se me olviden las artistas que marcan mi paso, por eso inicié este diario. La escritura es una forma de atrapar la memoria, las ideas que atravesaron pasaron el cuerpo al ver algo por primera vez. En un caluroso día de verano madrileño, los más de 40ºC me trajeron un horno de cerámica a la mente. En él, piezas de cerámica se quemaban a temperatura. Fuera del horno veo unas obras de Erika Díaz (Bogotá, 1992) que traducen lo textil a la cerámica, las texturas de la tela, los pliegues. No es artista textil y sin embargo en mi recuerdo, lo es. Como parte de su universo de ajuares y menajes domésticos, en el que aparecen tazas, platos y teteras de cerámica, entre otros objetos, Erika inmortaliza aquello que se emplea en el hacer textil: la máquina de coser al detalle con aguja y todos (bien podría ser la de 1917), los carretes de hilos esmaltados en colores por gama, encajes, cojines, camisas. Al tocar diría que puedo sentir el metal, las telas pero la superficie fría me devuelve a la realidad de la cerámica.

El fuego y la tierra son elementos que trabajan juntos para guardar la memoria, por separado no perdonan el paso del tiempo.

 

Epílogo

 El tiempo del textil no nos pertenece, es de la materia prima, de cómo ésta se hila, es del color que toma cada madeja, de la destreza de nuestras manos y de cómo conectamos con la labor. A pesar de este extrañamiento, la fibra del tiempo es un espacio que podemos habitar como un lugar de paso, siempre disponible. En la fibra del tiempo está lo blando y lo duro, lo visible y lo invisible, lo lleno y el vacío, lo mundano y lo espiritual; en ella se teje la dualidad de la vida, nuestras realidades que afloran a la superficie en forma de hallazgos artísticos.

 

Bogotá, octubre de 2023.